Celebramos el segundo domingo de Cuaresma,
tiempo litúrgico que nos dispone para celebrar renovados la solemnidad de la
Pascua. Nada más empezar la Cuaresma, se nos anuncia que, aunque el sufrimiento
y la cruz estén presentes de formas muy diversas en nuestra vida, estas
realidades nunca tienen la última palabra. Como a Jesús, también a nosotros nos
espera un destino glorioso de luz y de vida. Que la celebración de la
Eucaristía sea un momento para fortalecer nuestra esperanza y abrirnos a la
claridad de Cristo, el Hijo amado, para que también Dios, nuestro Padre, pueda
complacerse en nosotros.
Cada Cuaresma se nos invita a vivir la
limosna como un medio para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a
Cristo mismo. La limosna, acercándonos más a los demás, nos acerca al mismo
tiempo a Dios y se convierte en un instrumento de auténtica conversión cuando
está movida por un amor auténtico. Nuestra aportación a la colecta de la
Eucaristía, destinada a nuestras Cáritas, es un buen modo de concretar esta
invitación que la Iglesia nos hace a practicar la limosna.
En este segundo domingo de Cuaresma, la
liturgia nos presenta el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración de
Jesús. La luz que irradia su cuerpo transfigurado en el monte Tabor es un
anuncio anticipado de la gloria de la Resurrección. Si la semana pasada
contemplábamos a Jesús como verdadero hombre, que comparte con nosotros incluso
la tentación, hoy nos acercamos a él como Hijo de Dios capaz de divinizar
nuestra humanidad y de hacernos pasar de la oscuridad a la luz de la fe…
Textos extraídos del guión litúrgico de Cáritas Diocesana de Sevilla, para este domingo II de Cuaresma, ciclo litúrgico A, 5 de marzo de 2023.