De la Carta de San Pablo a los Romanos. (8, 31-39)
Después de esto, ¿qué diremos? Si Dios
está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con
él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la
derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del
amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el
hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu
causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo
esto vencemos de sobra gracias a Aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido
de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro,
ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.