El
sábado 30 de abril de 2016 tendrá lugar la administración del sacramento de
Unción Comunitaria de Enfermos de la feligresía, en el templo parroquial,
comenzando a las 17:00 h.
Nos
unimos así a toda la Iglesia Diocesana que, en este fin de semana, celebramos
la Pascua del Enfermo. Por ello, nuestro Arzobispo, Mons. D. Juan Asenjo
Pelegrina, ha escrito la siguiente carta pastoral:
La Pascua del Enfermo, es una jornada ya
clásica en el calendario anual de las comunidades cristianas. En ella se nos
recuerda el quehacer y el compromiso que los cristianos tenemos con nuestros
hermanos enfermos. Ellos ocupan un lugar importante en el ministerio público de
Jesús y, en consecuencia, deben de ocupar un lugar central en la vida de
nuestras comunidades y en la vida personal de cada cristiano.
Durante su vida pública, la ocupación
principal de Jesús fue anunciar la buena nueva del Reino de Dios y curar toda
enfermedad y toda dolencia (Mt 9,35). Y esto es también lo que encarga a sus
discípulos: “Id anunciando que el Reino de los cielos está cerca. Sanad
enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos y expulsad demonios.” (Mt
10,7-8). La cercanía de Jesús a los enfermos es constante. Cura a los enfermos
y expulsa a los demonios como signo de la verdad de su mensaje, como revelación
del amor y de la misericordia de Dios. Enfermos y endemoniados son los pobres
preferidos por Jesús.
El mandato de Jesús a sus Apóstoles está
dirigido también a nosotros. La Iglesia ha heredado esta predilección del Señor
por los enfermos. En las vísperas de la llamada Pascua del Enfermo, recuerdo a
todos los cristianos de la Archidiócesis que la atención preferente, el cuidado
esmerado y el servicio solícito a los enfermos debe estar en el centro de
interés de las comunidades parroquiales y de cada uno de nosotros. Todos hemos
de acercarnos al enfermo con amor, compasión y generosidad, con respeto,
misericordia y deseos de servir. Ante un enfermo, los cristianos tenemos que
ver siempre la imagen dolorida de Jesús, identificado por amor con todos los
dolores y sufrimientos de los hombres.
Esta obligación nos urge siempre, pero
especialmente en este año jubilar. Aquí tenemos todos un campo inmenso para el
ejercicio de las obras de misericordia: los familiares que les cuidan en casa
con infinito amor, los sacerdotes que les visitan semanalmente, entendiendo que
éste es uno de los quehaceres fundamentales de su ministerio, los religiosos
que tienen como carisma el servicio a los enfermos, los voluntarios que
colaboran con la Delegación de Pastoral de la Salud en sus visitas a los
enfermos en clínicas y hospitales, los miembros de los grupos parroquiales
comprometidos en esta pastoral específica, y cada uno de nosotros, llamados a
compartir nuestro tiempo, nuestra alegría y nuestro afecto con nuestros
familiares, amigos y vecinos enfermos.
En ellos nos espera el Señor, pues Él se
identifica especialmente con los pobres y nadie es más pobre que aquel a quien
le falta un bien tan preciado como es la salud. Cuando visitamos, servimos y
ayudamos a los enfermos, estamos sirviendo, visitando y ayudando en ellos al
Señor (Mt 25,36 y 43). Ellos son la viva imagen del Señor crucificado. Ellos,
ofreciendo sus dolores a Dios, son un auténtico tesoro para nuestras
comunidades y una fuente fecunda de energía sobrenatural para la Iglesia.
Si algún enfermo merece especialmente la
solicitud maternal de la Iglesia son los enfermos que no tienen familia y que
están solos en sus casas o en los hospitales. Ellos son los predilectos del
Señor y deben ser los preferidos de los capellanes, de los servicios de la
Delegación Diocesana y de los voluntarios.
En el mensaje que el papa Francisco nos ha dirigido
con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo de este año, destaca el Santo
Padre la mediación del todo decisiva de la Santísima Virgen en las bodas de
Caná (Jn 2,1-11), y propone como lema “María, icono de la confianza
y del acompañamiento”. La Virgen es, pues, el referente en la Pascua del
Enfermo de este año, que celebraremos precisamente en el primer día de Mayo,
mes mariano por excelencia.
En Caná el protagonista es Jesús, que lleno de
misericordia realiza el milagro. Muy cerca está María, madre previsora y
orante, que intercede ante su Hijo, que no rechaza la petición de su Madre. El
Papa nos dice que este acontecimiento nos llena de esperanza, pues tenemos una
Madre con ojos vigilantes y compasivos, con un corazón maternal lleno
de misericordia; con unas manos que quieren ayudar.
Que en la Santísima Virgen, consoladora de los
afligidos y salud de los enfermos, encuentren la consolación de Dios y la salud
nuestros hermanos enfermos. Que ella, siempre atenta como en Caná a las
necesidades de los que sufren, bendiga, sostenga y fortalezca a quienes les
cuidáis, servís y visitáis,
Para los enfermos y todos los que estáis
implicados en la pastoral de la salud, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla